Nada se ha ganado, y se ha perdido todo
cuando se ha realizado un deseo sin hallar una completa satisfacción. Es
preferible ser la víctima que vivir con su muerte en una alegría llena de
inquietud.
Macbeth (acto tercero, escena II)
La singular experiencia de Freud
enfrente de la Acrópolis se cierne en su paso por Trieste. La desazón y enojo
ante la sugerencia recibida de visitar Grecia, es atribuida a un particular
fenómeno descubierto en la labor analítica. Son las personas que fracasan al
triunfar, es decir, personalidades que sucumben de forma brutal luego de lograr
el éxito deseado. La labor analítica ha descubierto este rasgo de carácter
–entre otros- con motivo de la resistencia puesta por el paciente al tratamiento
indicado. La resistencia del enfermo conduce al médico a considerar los rasgos
del carácter en el tratamiento. Bien puede tratarse de rasgos que tanto el
paciente como sus familiares reconocen como propios, o bien, puede tratarse de
rasgos desconocidos y extraños en esa persona. ¿Bajo qué motivaciones un sujeto
enferma luego de ver cumplido su deseo? ¿Y si el deseo es la curación? Existen
antecedentes de personas que luego de recibir el alta médica y de despedirse
con un apretón de manos de su médico, han vuelto a enfermar gravemente a las
pocas semanas.
Freud en su escrito entrega un
par de buenos ejemplos de este fenómeno que ha llevado a la revisión de los
controles post operatorios y post tratamientos. La esquizofrenia es un ejemplo
lamentable porque cuando los enfermos logran un grado de mejoría apreciable,
cometen suicidio. Sucede que los tratamientos destinados a la inserción social
y la rehabilitación, proveen un mayor dominio del afectado que lo lleva a
evaluar su situación personal y a tomar conciencia de cosas como el tiempo
perdido o el daño ocasionado a familiares y personas cercanas. Entonces la
culpa se torna intolerable y toman la peor decisión de sus vidas. Esto es un
ejemplo descarnado de enfermos que ante el triunfo de recibir el alta médica,
se suicidan.
En el escrito, Freud se abstiene
de entregar mayores detalles tomados de su labor analítica por el secreto
profesional. En su lugar, una vez más opta por analizar la personalidad de las
figuras creadas por escritores y dramaturgos, por ser “profundos conocedores
del alma humana”. Ya lo hizo con la novela Gradiva de Jensen, pero esta vez
escoge un clásico: Macbeth de Shakespeare.
Hace poco tuve la oportunidad de
ver la puesta en escena de Macbeth y me pareció siniestra. El espectador se
impresiona y a ratos se asusta con la atmósfera de tinieblas y oscuridad en la
cual se desenvuelve una trama cargada de acontecimientos sórdidos. Freud se
focaliza en la figura de lady Macbeth (la esposa de Macbeth) y su extraño
derrumbe de carácter sufrido a lo largo de la obra. Luego de ser una mujer
íntegra y firme (a diferencia de su esposo) y de desear ser coronada reina de
Escocia, su carácter se ve tremendamente perturbado. Asesinan al rey siguiendo
los designios de una bruja que había preconizado la corona para su esposo, y con
el crimen satisfacen el deseo inmenso de ponerse la corona. Sin embargo, las
cosas que siguieron no fueron lo esperado.
Luego de asesinar al bondadoso
Duncan, lady Macbeth lava sus manos manchadas de sangre, y en ese instante su
carácter se derrumba:
“Todos los perfumes de Arabia no
desinfectarían esta mano.”
(Acto quinto, escena primera).
Después aparece sonámbula y
fijada a la escena del crimen, desconectada de la realidad. Es un ejemplo de
cómo una persona fracasa al triunfar, y del cual Freud en su escrito, logra
dilucidar las causas sólo de forma parcial.-
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