Reproduzco una entrevista realizada al sacerdote católico y psiquiatra Dr. Juan Bautista Torelló, íntimo amigo de Viktor Frankl: (Cf. Palabra, Madrid, 398, Xl-97 (654))
-Dr. Torelló, ¿cuáles son los méritos de
Viktor Frankl?
-Que finalmente un psiquiatra valore la dimensión espiritual
del hombre, sepa lo que quiere decir ser persona y aplique este saber a la
praxis terapéutica. Quien desee conocer esta excepcional concepción del hombre
y su coincidencia con la sabiduría antropológica del Papa Juan Pablo II, lea
sus lapidarias «Diez tesis sobre la persona».
-Frankl habla de la voluntad o búsqueda de
sentido del hombre. ¿Qué quiere decir?
-«Sentido»
tiene aquí no sólo un significado direccional —destino del hombre—, sino de
contenido: algo por lo que, siempre y en toda situación, vale la pena vivir y
morir. Frankl levanta el muro contra el que se estrellan todas las formas del
«modernismo» (racionalista) y del «postmodernismo» (antiracionalista). Cree en
la transcendencia de la persona: hombre y mujer, sano o enfermo, intelectual o
campesino, vivimos todos para servir y amar, todos tenemos siempre personas y
valores a los que dedicarnos, superando el aislamiento egótico. Y en el
horizonte aparece Dios, máxima Persona, como último sentido de toda la
Creación, de la transcendencia de la persona y de la consistencia de los
verdaderos valores.
-Las primeras «escuelas de Viena», de Freud
y Adler, parecen claramente incompatibles con la fe. ¿Por qué, en cambio, la
«tercera», del judío Viktor Frankl, admira a tantos católicos?
-Ciertamente,
porque Frankl creyó firmemente en el Dios Creador y Conservador de todos los
seres, en la finalidad divina de todo lo creado, y en la conciencia no autónoma
sino receptiva -a modo de radar de la voz de Dios. Un católico encuentra en
Frankl una antropología y psicopatología no deterministas, perfectamente
compatibles con su fe y con la imagen cristiana del hombre.
-¿Pudiera decirse entonces que las ideas de Frankl
constituyen una «praeparatio evangelica»?
-Sí, y él
mismo, que en su quehacer psiquiátrico se guardaba muy bien de traspasar las
fronteras de su competencia, afirmaba que el médico responsable debe acompañar
a sus pacientes, y en especial a algunos neuróticos, hasta el umbral de la
religión, abrirles la puerta de la fe y allí dejarles a su opción libre.
Lógicamente, para los pacientes católicos esto tiene el significado de
«preevangelización», que no podía entrar en las intenciones de un hebreo.
-La logoterapia de Frankl, ¿ha superado el psicoanálisis
de Freud, o demostrado su insuficiencia y precariedad?
-Frankl no ha
sido el único demoledor del mito psicoanalítico, tanto teórico como práctico.
Esta labor ya la había realizado antes con eficacia su maestro Rudolf Allers,
católico y tomista, también austríaco aunque emigrado a los Estados Unidos.
Simultáneamente a Frankl también la llevó a cabo con gran denuedo el zuriqués
Médard Boss, con su «Daseinsanalyse». aplicación del análisis existencial de
Heidegger a la psicoterapia. Y tampoco hay que olvidar a la crítica más
destructiva, aunque de base teórica muy discutible, de todo el redivivo
movimiento conductista. Frankl tiene, sobre todos ellos, la ventaja de un
lenguaje claro, asequible, y de su contacto simpatético con la gente de nuestros
días, especialmente con los jóvenes.
-Madre Teresa de Calcuta, fallecida casi a la par
que Frankl, ha dejado una obra y unas hermanas. ¿Puede decirse también de él
que ha creado escuela?
-Como todo
innovador y destructor de ídolos, Frankl ha tenido detractores, falsos
discípulos e incluso calumniadores. Pero también es verdad que, después de
Freud y completamente ajeno al dogmatismo de éste, no ha habido en nuestro
siglo una voz seguida con más entusiasmo como la de Frankl, ni otra escuela
psiquiátrica que cuente hoy con más filiales en todo el mundo como la
logoterapia. Lógicamente, quiero decir, obtusamente, los psiquiatras encerrados
en el esquema científico-natural seguirán calificándolo de «filósofo». La
miopía se venga como puede.
- Usted es sacerdote católico. ¿Cómo logró una
profunda amistad con él?
-Mi condición
de sacerdote católico de la Prelatura del Opus Dei no fue en absoluto obstáculo
para nuestra larga amistad. Frankl siempre me presentó a sus colegas y amigos
con todas mis «connotaciones». Me pidió que bautizara a su primera nieta, y
también que le acompañara en sus visitas al Papa Pablo VI y al Beato Josemaría
Escrivá. Algunas veces aparecía con su mujer católica en la Peterskirche, en
donde yo celebraba la Santa Misa... Su mejor estudioso en Italia es el
salesiano Eugenio Fizzotti, y uno de sus más cualificados intérpretes en el
campo de la teología moral fue el Arzobispo Coadjutor de Viena, Franz Jáchym.
- Viktor Frankl tenía esposa, hija y nietos
católicos. ¿Se planteó alguna vez su conversión?
-La
conversión al catolicismo de personalidades hebreas de gran calibre, y de
pensamiento y actitud afines al cristianismo —piénsese, por ejemplo, en Henry
Bergson—, es una gracia singular que Dios dispensa cuando y como quiere. Dada
la actitud personal de Frankl, que aceptó el doctorado honoris causa de
numerosas universidades católicas, y dada la calidad de su doctrina, es
comprensible que se haya propalado repetidamente la noticia de su «conversión».
A una observación que le hice sobre una tesis suya: «esto es cristiano al cien
por cien», me respondió de sopetón con una sentencia clásica: «anima
naturaliter christiana» («el alma es por naturaleza cristiana»). En él pesaba
mucho la tradición martirizada de su familia. A nosotros nos toca no juzgar. Y
Dios... sabe más.
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