miércoles, 23 de octubre de 2013

Frankl y el catolicismo

 
 
 
Reproduzco una entrevista realizada al sacerdote católico y psiquiatra Dr. Juan Bautista Torelló, íntimo amigo de Viktor Frankl:    (Cf. Palabra, Madrid, 398, Xl-97 (654))

-Dr. Torelló, ¿cuáles son los méritos de Viktor Frankl?
-Que finalmente un psiquiatra valore la dimensión espiritual del hombre, sepa lo que quiere decir ser persona y aplique este saber a la praxis terapéutica. Quien desee conocer esta excepcional concepción del hombre y su coincidencia con la sabiduría antropológica del Papa Juan Pablo II, lea sus lapidarias «Diez tesis sobre la persona».
-Frankl habla de la voluntad o búsqueda de sentido del hombre. ¿Qué quiere decir?
-«Sentido» tiene aquí no sólo un significado direccional —destino del hombre—, sino de contenido: algo por lo que, siempre y en toda situación, vale la pena vivir y morir. Frankl levanta el muro contra el que se estrellan todas las formas del «modernismo» (racionalista) y del «postmodernismo» (antiracionalista). Cree en la transcendencia de la persona: hombre y mujer, sano o enfermo, intelectual o campesino, vivimos todos para servir y amar, todos tenemos siempre personas y valores a los que dedicarnos, superando el aislamiento egótico. Y en el horizonte aparece Dios, máxima Persona, como último sentido de toda la Creación, de la transcendencia de la persona y de la consistencia de los verdaderos valores.
-Las primeras «escuelas de Viena», de Freud y Adler, parecen claramente incompatibles con la fe. ¿Por qué, en cambio, la «tercera», del judío Viktor Frankl, admira a tantos católicos?
-Ciertamente, porque Frankl creyó firmemente en el Dios Creador y Conservador de todos los seres, en la finalidad divina de todo lo creado, y en la conciencia no autónoma sino receptiva -a modo de radar de la voz de Dios. Un católico encuentra en Frankl una antropología y psicopatología no deterministas, perfectamente compatibles con su fe y con la imagen cristiana del hombre.
-¿Pudiera decirse entonces que las ideas de Frankl constituyen una «praeparatio evangelica»?
-Sí, y él mismo, que en su quehacer psiquiátrico se guardaba muy bien de traspasar las fronteras de su competencia, afirmaba que el médico responsable debe acompañar a sus pacientes, y en especial a algunos neuróticos, hasta el umbral de la religión, abrirles la puerta de la fe y allí dejarles a su opción libre. Lógicamente, para los pacientes católicos esto tiene el significado de «preevangelización», que no podía entrar en las intenciones de un hebreo.
-La logoterapia de Frankl, ¿ha superado el psicoanálisis de Freud, o demostrado su insuficiencia y precariedad?
-Frankl no ha sido el único demoledor del mito psicoanalítico, tanto teórico como práctico. Esta labor ya la había realizado antes con eficacia su maestro Rudolf Allers, católico y tomista, también austríaco aunque emigrado a los Estados Unidos. Simultáneamente a Frankl también la llevó a cabo con gran denuedo el zuriqués Médard Boss, con su «Daseinsanalyse». aplicación del análisis existencial de Heidegger a la psicoterapia. Y tampoco hay que olvidar a la crítica más destructiva, aunque de base teórica muy discutible, de todo el redivivo movimiento conductista. Frankl tiene, sobre todos ellos, la ventaja de un lenguaje claro, asequible, y de su contacto simpatético con la gente de nuestros días, especialmente con los jóvenes.
-Madre Teresa de Calcuta, fallecida casi a la par que Frankl, ha dejado una obra y unas hermanas. ¿Puede decirse también de él que ha creado escuela?
-Como todo innovador y destructor de ídolos, Frankl ha tenido detractores, falsos discípulos e incluso calumniadores. Pero también es verdad que, después de Freud y completamente ajeno al dogmatismo de éste, no ha habido en nuestro siglo una voz seguida con más entusiasmo como la de Frankl, ni otra escuela psiquiátrica que cuente hoy con más filiales en todo el mundo como la logoterapia. Lógicamente, quiero decir, obtusamente, los psiquiatras encerrados en el esquema científico-natural seguirán calificándolo de «filósofo». La miopía se venga como puede.
- Usted es sacerdote católico. ¿Cómo logró una profunda amistad con él?
-Mi condición de sacerdote católico de la Prelatura del Opus Dei no fue en absoluto obstáculo para nuestra larga amistad. Frankl siempre me presentó a sus colegas y amigos con todas mis «connotaciones». Me pidió que bautizara a su primera nieta, y también que le acompañara en sus visitas al Papa Pablo VI y al Beato Josemaría Escrivá. Algunas veces aparecía con su mujer católica en la Peterskirche, en donde yo celebraba la Santa Misa... Su mejor estudioso en Italia es el salesiano Eugenio Fizzotti, y uno de sus más cualificados intérpretes en el campo de la teología moral fue el Arzobispo Coadjutor de Viena, Franz Jáchym.
- Viktor Frankl tenía esposa, hija y nietos católicos. ¿Se planteó alguna vez su conversión?
-La conversión al catolicismo de personalidades hebreas de gran calibre, y de pensamiento y actitud afines al cristianismo —piénsese, por ejemplo, en Henry Bergson—, es una gracia singular que Dios dispensa cuando y como quiere. Dada la actitud personal de Frankl, que aceptó el doctorado honoris causa de numerosas universidades católicas, y dada la calidad de su doctrina, es comprensible que se haya propalado repetidamente la noticia de su «conversión». A una observación que le hice sobre una tesis suya: «esto es cristiano al cien por cien», me respondió de sopetón con una sentencia clásica: «anima naturaliter christiana» («el alma es por naturaleza cristiana»). En él pesaba mucho la tradición martirizada de su familia. A nosotros nos toca no juzgar. Y Dios... sabe más.
 
 
 
 
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