viernes, 17 de octubre de 2014

Sigmund y Anna



 
“Ahora veo en ti lo viejo que soy, porque tienes la misma edad que el psicoanálisis. Ambos me han causado preocupaciones, pero en el fondo espero de ti más alegrías que de él.” (p. 296).
Carta de Freud saludando a Anna por su cumpleaños.

En esta entrada continuaré con mis comentarios al libro que reúne la correspondencia entre Freud y su hija. No es fácil digerir un libro de más de seiscientas páginas y más aun tratándose de dos personajes de la talla de Freud y de Anna. La correspondencia va desde 1904 hasta 1938. En 1904 Freud contaba con cuarenta y ocho años y ya era un hombre maduro. Maduro no solamente por edad; maduro también en lo intelectual y en lo profesional. Se trata de un Freud que había publicado su Interpretación de los sueños (1900) y que ya estaba trabajando de lleno en la psicología. Atrás habían quedado sus afanes como médico y neurólogo, su viaje a París y sus Estudios sobre la histeria (1895). Su trabajo sobre los sueños es considerado hasta hoy como su obra cumbre.

La correspondencia con Anna se inaugura en pleno desarrollo de la teoría psicoanalítica y durante la aparición de la Primera Tópica del aparato psíquico (inconsciente, preconsciente y consciente). Por su parte Anna apenas contaba con nueve años de edad en 1904. Ya en esta época escribía cartas a su padre pero Freud no las conservó –quizás por ser inocentes-. La primera carta de Anna a su padre conservada data de 1910 cuando ella tenía catorce años. Anna era la menor de seis hermanos y siempre tuvo el complejo de tener las cosas que tenían los demás. El libro es una radiografía al espíritu y a la esencia de Anna.  Ella es la musa inspiradora que imprime ritmo a la correspondencia con sus furias y desventuras de joven y luego de afamada analista de niños. Esta correspondencia es una oportunidad para adentrarse en el espíritu de una mujer desconocida en su mayor parte. La correspondencia es un reflejo de las etapas en la vida de Anna; su incapacidad para disfrutar de la vida, sus labores como traductora de textos psicoanalíticos y su ejercicio de la docencia. Anna era lo que hoy en día corresponde a una profesora de educación básica. Le costó bastante encontrar su vocación y su padre la apoyaba sólo de manera intermitente. Freud quería que su hija se casara y tuviera familia. No es machismo, es para lo que estaban destinadas las mujeres en aquella época. No olviden que estamos a principios del siglo veinte y en una sociedad victoriana.

¿Cómo se lee un libro epistolar? Un libro compuesto por correspondencia es distinto a un libro del tipo ensayo o novela. Primero debemos considerar a los interlocutores de manera separada y luego unirlos en su empeño por intercambiar ideas por medio de la escritura. En la introducción del libro se dice que las cartas conforman una hélice de tres alas: Freud- Anna- Psicoanálisis. El psicoanálisis es la cuerda que une a las personalidades dispares del padre y la hija. Un libro epistolar como este, se lee a partir de los íconos en la vida de Anna; su amor por la naturaleza, su inestabilidad mental, su análisis con su padre y sus inicios como analista de niños.
 
 
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