lunes, 4 de marzo de 2013

Jung, lector de Ulises




Quienes hemos tenido la paciencia de leer las 735 páginas de Ulises, novela cuya primera edición aparece en 1922, nos identificamos con el asombro de Jung luego de su lectura. Escrita durante ocho años por el irlandés James Joyce, es considerada uno de los puntos altos en la narrativa del siglo XX. Leerla puede provocar desconcierto y hasta dolores musculares en un primer momento, pero luego empieza a ser un deleite. Es poesía escrita en prosa que provoca un extraño placer, por los colores e imágenes que surgen en la conciencia del lector. Es difícil explicar en palabras el gusto que me provocó esta novela que narra sólo un día en tiempo real en la vida de dos sujetos: Stephen Dedalus y Leopold Bloom. Son dos irlandeses que recorren las calles de Dublín, cada uno en sus asuntos, el argumento es muy simple. Para mayores antecedentes de la novela, los invito a visitar la entrada que dedicara en abril de 2011 precisamente a este libro y que lleva por título Ulises.             

Lo que nos convoca en esta entrada, es el pequeño ensayo que dedicara Carl Jung a esta monstruosa novela de Joyce. El escrito publicado en 1932 lleva por título ¿Quién es Ulises? y es lo que nos preguntamos todos los lectores de ese libro: ¿quién demonios es Ulises? ¿Es el Ulises de Homero? ¿Es un arquetipo? ¿Es el propio Joyce? Jung también se planteó estas interrogantes y se propone responderlas en sólo 60 páginas.

Jung dice: “El Ulises de Joyce es,… una conciencia inactiva, meramente perceptiva, o más bien un simple ojo, una oreja, una nariz, una boca, un nervio táctil, expuesto sin freno ni reflexión a la catarata turbulenta, caótica, disparatada de los hechos físicos y psíquicos que registra –casi- fotográficamente” (p. 7). Estas palabras del médico suizo son muy adecuadas y certeras en mi opinión. Joyce tiene la capacidad de transcribir todos los datos sensoriales sin ninguna mediatización o interpretación, es descripción en estado puro. Con esto deja sin trabajo a todos mis amigos los psicólogos cognitivos, encargados de diseñar el mapa para la construcción de significados. En Ulises no hay significados ni símbolos, sólo hay descripción tras descripción.

Jung sostiene que no se trata de una novela onírica como diría el surrealismo, por el contrario, el afán de Joyce es perfectamente consciente y deliberado. Hay una voluntad del autor en llevar la escritura hasta esos límites. El resultado es un texto frío y visceral, escrito con el sistema nervioso simpático y sin la participación del sistema nervioso central. Es un animal de sangre fría, probablemente un lagarto. Este “lagarto” no tiene ninguna consideración por el lector, a quien esquiva desde la primera hasta la última página. La “novela – lagarto” no sale al encuentro del lector en ningún momento y lo mantiene en vilo todo el tiempo. El lector no se haya en ningún momento durante la lectura. Parece un escrito desligado de todo, incluso de lo humano, como la cordillera de Los Andes o como estar en mar abierto. Son sectores que prescinden de lo humano por completo. Leer el Ulises es chocar con una roca, nadar en medio del océano, ahogarse.

El ensayo ¿Quién es Ulises? incluye una carta de James Joyce a su editor en norteamérica y la sentencia judicial que autoriza la circulación del libro en los Estados Unidos. Descárgalo aquí

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