lunes, 10 de diciembre de 2012

Espejito espejito…


 

—Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella de todas

las mujeres? —preguntó, inclinándose hacia él.

Blancanieves y el cazador

 
A propósito del clásico cuento publicado en 1812 por los hermanos Grimm, en el cual la Bruja Malvada miraba al espejo y decía: “espejito espejito ¿quién es la más bella?”. Esta escena ha sido recreada y llevada al cine en más de una oportunidad. La Bruja encarna defectos como la codicia y vanidad del ser humano.

El afán por la belleza es el sello característico de la sociedad de occidente y las enfermedades mentales no son ajenas a esto. Jung en su libro La psicología de la demencia precoz sostiene que los síntomas de la histeria y de todos los cuadros psiquiátricos siempre tendrían una finalidad estética. Esto no deja de ser una hipótesis pero a quienes tenemos experiencia clínica, nos hace mucho sentido. Recuerdo haber conocido hace años a una mujer internada en el hospital psiquiátrico por frecuentes intentos de suicidio. Una vez me dijo que siempre planificaba sus intentos para verse bella en el ataúd. Se maquillaba y dejaba su cabello suelto porque así lucía mejor. Este afán por la belleza fue pesquisado por Jung quien dice:

“entre los trastornos caracterológicos de la demencia precoz podríamos mencionar la inclinación al embellecimiento, es decir, los manierismos, la afectación, la manía de originalidad, etc.”

Para Jung, los síntomas psiquiátricos no son bellos desde el punto de vista fenomenológico, son búsquedas de ideales estéticos que emergen en los sueños, los delirios y el arte. Se trataría de  manifestaciones del inconsciente colectivo y que se encuentran presentes en todas las personas. Esta búsqueda de la belleza encuentra las más diversas formas de expresión: modismos al hablar, ropas fashion o físicos atléticos. Todos participamos en alguna medida de esta finalidad estética. La sociedad de occidente es histérica por naturaleza.     

El psiquiatra chileno Armando Roa plantea que el histerismo y el afán estético se dan de preferencia en mujeres de estratos sociales bajos. El deseo por “ser” su patrona, las lleva a parecerse y a identificarse con una persona que encarna todos los deseos de su servidumbre: dinero, pulcritud y belleza.

El afán de belleza también se puede apreciar en la acogida que llegaron a tener las mujeres de un sanatorio como La Salpetriére ante el estudio fotográfico de Charcot. Las enfermas no dejaban circular al médico por los pasillos del hospital rogándole que las fotografíe. Para ellas era un honor posar ante las cámaras y estaban muy atentas a cada detalle. Su afán de belleza quedaba inmortalizado en la fotografía. Luego de ser fotografiadas, las enfermas pasaban a ocupar un estatus por sobre el resto de la población internada.                    

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