Freud se desmaya en presencia de Jung en vísperas del viaje que los llevaría a los Estados Unidos. Ocurrió esto en el momento en que conversaban acerca de los peat-bog corpses. Estos son cuerpos de hombres momificados en los pantanos, que despertaban el interés de Jung. Freud en varias oportunidades le preguntó por qué tanto interés en ese tema y cuando estaba en eso, se desplomó.
Munich, 1912
El segundo desmayo ocurre el 24 de noviembre de 1912, en medio de una conversación con Karl Abraham y Carl Jung acerca del emperador egipcio Amenophis IV. Este fue el primer emperador monoteísta del imperio egipcio y Freud le asigna un importante papel en su obra Moisés y la religión monoteísta (1939). Fue en ese momento y ante la consternación de todos, que Freud se desvaneció.
Al volver en sí, le escucharon pronunciar esta extraña frase: "¡qué agradable debe ser morir!". Allí fue Jung quien auxilió a Freud y cuando, preocupado por lo que consideraba una peligrosa tendencia a lo que pareciera una 'muerte voluntaria', se lo comunicó al maestro y encontró un límite claro en la respuesta de éste: "Dejemos que cada uno de nosotros ponga más atención a su propia neurosis que a la de su vecino".
Al volver en sí, le escucharon pronunciar esta extraña frase: "¡qué agradable debe ser morir!". Allí fue Jung quien auxilió a Freud y cuando, preocupado por lo que consideraba una peligrosa tendencia a lo que pareciera una 'muerte voluntaria', se lo comunicó al maestro y encontró un límite claro en la respuesta de éste: "Dejemos que cada uno de nosotros ponga más atención a su propia neurosis que a la de su vecino".
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Freud nunca se inquietó por estos desmayos y sólo existe el registro por los testigos que había.
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