
Quiero resaltar la belleza de
los dibujos hechos por Dracul en su juventud. El Conde fue un niño común y
corriente, sin poderes sobrenaturales como establece el mito. Se crió en la
región de Los Cárpatos, en lo que hoy se conoce como Rumanía. Pertenecía a una
estirpe noble y hondamente cristiana. Cuando joven defendió con gallardía las
ideas del Cristianismo.
En la actualidad, se hacen
tesis doctorales sobre el tema. Por supuesto, estamos hablando de la región de
la Europa oriental. Proveída de castillos centenarios y altas montañas, la
geografía propicia los estudios de esta naturaleza. En Sudamérica una tesis
doctoral sobre el Conde Drácula sería motivo de burla por la comunidad
científica; pero en los Cárpatos la gente porta una cruz al cuello y un par de
ajos en los bolsillos como protección. Asimismo, a sus muertos les introducen
cabezas de ajo en la boca. El mito vampírico es una creencia arraigada en la
cultura de esos pueblos.
Entre grandes acantilados,
estructuras rocosas y una mitología que lo precede, creció el Conde Drácula. La
cultura vampírica es anterior a Drácula, porque tiene sus orígenes en el
antiguo Egipto. Se llamaba “no-muertos” a aquellas personas en que no
existía la certeza de que estaban muertas en el momento del entierro.
Los entierros prematuros (como diría Poe) eran comunes en aquellos tiempos y en torno a
esta práctica macabra, se fueron tejiendo una serie de historias sobre Nosferatus y no muertos.-
* Extraído de mi libro Malezas (2016).
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