Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio,
un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada
en la callejuela de S... y, con paso lento e indeciso,
se dirigió al puente K...
Dostoievski, F. CRIMEN Y CASTIGO
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de ver la obra CRIMEN en el teatro Finis Terrae. Quiero dedicar esta entrada al autor intelectual: Marco Antonio de la Parra. Llevar a las tablas una novela de seiscientas páginas, con más de veinte personajes y no escrita para ser representada, es una tarea monumental. De la Parra lo hace en una presentación de una hora y valiéndose de los tres personajes centrales en la historia: Raskolnikov, Porfiri y Sonia.
Consultado por el nombre CRIMEN, sin incluir el Castigo, responde que para él, lo más importante del libro es el Crimen, en desmedro del Castigo. Bueno, no sé, probablemente Dostoievski y Freud, no estarían de acuerdo con él. Crimen y Castigo son dos partes de un todo, de una existencia miserable como la de Raskolnikov y la de todos los hombres. Quizá todos somos Raskolnikov en alguna medida o quizá cada personaje representa un aspecto de la segunda tópica freudiana: Porfiri representando a la ley es el Superyó, Sara es el Ello y el protagonista, el Yo. Pienso que De la Parra por su formación de médico psiquiatra, establece esta diferencia cartesiana entre el Crimen y el Castigo, sin prever que el mismo crimen, es el castigo y la perdición del joven estudiante.
Al leer el libro, impresiona lo enigmático del personaje de Raskolnikov, sin embargo, al ver la obra, es Porfiri quien se lleva los aplausos. Parafraseando a Sherlock Holmes y a August Dupin, el personaje ruso parece un Sir inglés. Estos giros son, sin lugar a dudas, mérito del dramaturgo y el director. La obra además, destaca por la lectura en escena por parte de Sonia del texto bíblico La resurrección de Lázaro (Juan, 11). Es un texto dentro de otro texto y más allá de la belleza y lucidez de ese escrito, pienso que no se trata de un cruce casual. Mientras Raskolnikov- Lázaro muere cuando mata, a continuación resucita a manos de Porfiri.
Raskolnikov- Lázaro (así lo llamaré de ahora en adelante), era un hombre inteligente porque estudiaba Derecho y había incluso publicado un artículo sobre la psicología del criminal. Aquí tenemos un tercer relato dentro de la novela y del cual sabemos no por su autor, sino por Porfiri. El policía lo cita a cada momento durante su particular interrogatorio, como por ejemplo, cuando refiere la división entre los hombres ordinarios y los hombres extraordinarios. Aquí se aprecia el germen de aquella ideología que promueve la emergencia del Hombre Nuevo y de la cual su gestor oficial es Nietzsche. Con posterioridad, el Partido Nacional Socialista alemán tomaría este concepto de forma antojadiza para dar lugar a la peor matanza jamás habida en la historia.
Marco Antonio de la Parra con esta obra entra a jugar en las grandes ligas y no puedo dejar de recomendar verla.-
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