
El amor <todo lo soporta> y <todo lo espera> (1 Cor 13, 7). Este texto lo dice todo. No podría agregársele nada. Nosotros, en el sentido más profundo, somos las víctimas o los medios e instrumentos del <amor> cosmogónico. Pongo esa palabra entre comillas para dejar claro que con ello no me refiero meramente al anhelo, a la preferencia, al favor, al deseo y cosas similares, sino a un todo, único he indivisible, que supera al individuo. El ser humano, como parte, no comprende el todo. Se encuentra sometido a él. Puede decir <sí> o puede enojarse; pero siempre está atrapado y encerrado en el todo. Siempre depende de él y está fundado en él. El amor es su luz y su tiniebla, cuyo final no alcanza a ver. <El amor no acaba nunca>, incluso si hablase <las lenguas de los ángeles> o si persiguiese con rigor científico la vida de la célula hasta su fondo más recóndito.
Puede documentar el amor con todos los nombres que están a su disposición, pero solamente se perderá en infinitos autoengaños. Si posee un grano de sabiduría, rendirá las armas y llamará a lo ignotum per ignotius, es decir, con los nombres divinos. Esto constituirá una confesión de su inferioridad, imperfección y dependencia, pero a la vez un testimonio de su libertad de elección entre la verdad y el error. [Recuerdos, 396]"
Carl Gustav Jung, Sobre el amor p. 83-84
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