martes, 27 de octubre de 2015

Freud, lector del Quijote


-¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.
 
-Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
 
 -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

 

Molinos de viento ubicados en la ruta de Don Quijote, en Puerto Lápice, España  
 
 
En un viaje reciente que hice por varias regiones de España, encontré los molinos de viento que describiera Cervantes en el Quijote. Los molinos están en el pueblo de Puerto Lápice, a unos 100 kilómetros al sur de Madrid. En cuanto se presentó la oportunidad, capté esta imagen que constituye el episodio más famoso de esta magna obra. El capítulo de los molinos vistos como gigantes por Don Quijote, es probablemente el arquetipo más conocido y universal de la literatura.   
 
Freud era una gran lector del Quijote. En una carta dirigida a su enamorada y posterior esposa Martha Bernays que data de 1883, la insta a leer el libro:
 
"La confesión que me haces acerca de tus lecturas, princesa, me divirtió sobremanera. Es como si retrocedieras ante lo desconocido, como aquel campesino del viejo proverbio que sólo comía lo que había catado. Pero termina de leer Don Quijote. La segunda parte contiene muchas menos crudezas que la primera y es mucho más fantástica" (p. 41)
 
Según la cita, pareciera que Freud prefería la segunda parte del Quijote, sin embargo, el episodio de los molinos -que es el más célebre- se encuentra en el capítulo VIII de la primera parte.
 
Una segunda alusión de Freud al Quijote, la encontramos en una nota de agradecimiento al traductor español de sus obras, Don Luis López- Ballesteros y de Torres:
 
“Siendo yo un estudiante, el deseo de leer el inmortal Don Quijote en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana.”
 
Es sorprendente el hecho de que Freud se diera el trabajo de aprender la lengua española para leer El Quijote. Esto denota que la obra de Cervantes ocupaba un lugar central en su biblioteca.
 
 
 
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