Bajo este título el antiguo
diario El Ferrocarril de Santiago
(antecesor de El Mercurio) se refería al caso de Carmen Marín. Como podemos
ver, fue un tema con bastante difusión en la prensa. El artículo rechaza de forma enérgica los rumores de posesión demoníaca y avala y reconoce a la postura médica. Escrito en un español antiguo llama "farsa execrable y sainete ridículo" al exorcismo que se le realizó. Llama la atención los duros términos con los que se refiere a los sacerdotes que estuvieron a cargo de la ceremonia y a la Iglesia Católica. Reproduzco el artículo:
“El sábado último tuvo lugar
en el hospicio el sainete más ridículo he infame que puede darse en espectáculo
a un pueblo civilizado. La farsa fue compleja y el cinismo llevado a su mayor
exceso. La pluma no resiste a darle los calificativos que le corresponden
porque, para hacerlo como es debido, sería necesario abjurar de todo decoro y
penetrar en el fango en el que hemos visto a los farsantes que fueron los
actores principales de esta patraña inmoral y escandalosa.
Pero esto no es todo, sino
que la imprudencia con que trata de enlodarse el buen sentido nacional se
ejecuta por hombres que revisten el carácter sacerdotal y que prostituyen la fe
religiosa, autorizando con sus palabras y con el evangelio el escándalo
inaudito de una superchería por la que se hacen acreedores de un castigo
ejemplar.
Desde hace algún tiempo, una
muchacha bien parecida y de unos veinte años de edad, es atacada
periódicamente, según la opinión de distinguidos facultativos, de fuertes
accesos de epilepsia cataléptica, la que se desarrolla con todo su horror en
ciertos momentos determinados que la enferma misma indica con bastante
precisión y exactitud, como sucede siempre en las personas atacadas de este
mal.
El sacudimiento que
experimenta en su sistema nervioso en los momentos del ataque se manifiesta con
una contracción espantosa y saltos violentos, unidos a la rareza con que se
presenta en los pueblos una enfermedad de esta clase, ha dado origen para que
la ignorancia vea en este desgraciado fenómeno algo sobrenatural y maléfico, y
para que el vulgo suponga que la enferma es una mujer endemoniada que lleva a
Satanás en sus entrañas.
Algunos aprovechadores de
este ciego y bárbaro fanatismo, interesados en la aseveración de este error, no
han querido perder la oportunidad de explotar la superchería y con mengua de su
dignidad sacerdotal se han propuesto dar a la muchacha enferma en espectáculo y
ejecutar un sainete repugnante, reducido a que un clérigo mandaba al diablo en
nombre de Dios que cesara en sus cabriolas y abandonara el cuerpo de la poseída
y éste, tenaz y díscolo, hacía una vigorosa resistencia, hasta que por último
el rezo del evangelio de San Juan obtiene la victoria y el clérigo dice a los
presentes: “Señores, ya está buena la enferma; tápenle la cara porque después
del ataque, cuando vuelve en sí, siempre se avergüenza y llora”.
Los concurrentes con los
ojos fijos en la enferma, se ponen a caza del diablo, pero inútilmente, porque
éste, que es muy ducho, se sale sin ser visto, sin duda para liberarse de los
mojicones que provocaría su presencia.
¡Farsa execrable! ¡Sainete
ridículo! Y sin embargo se soporta y se consiente y no se castiga a los que
cometen tamaña infamia. ¿Hasta cuándo la autoridad permite que la fe religiosa
sea escarnecida y vilipendiada por los mismos encargados de revelar su
sublimidad y su pureza?
Castíguense, escarmiéntense
a esos ateos de sotana que pervierten las creencias, profanan la religión y
perpetúan el embrutecimiento de nuestras masas. Basta de consideraciones mal
entendidas que no son otra cosa sino una autorización y procedamos a impedir la
repetición de sainetes ridículos e indecorosos. El buen sentido nacional no
puede ser ultrajado impunemente. Un baldón de desprecio y de ignominia debe por
de pronto arrojarse al rostro de los farsantes.
Diario El Ferrocarril, lunes
3 de agosto de 1857.
* Tomado del libro LA ENDEMONIADA DE SANTIAGO de Patricio Jara.
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