jueves, 14 de mayo de 2015

Buscando en la prensa encontré este interesante artículo del diario LA TERCERA aparecido el 14 de septiembre de 2010. Resalta el papel jugado por Carmen Marín y su tratamiento para el desarrollo de la medicina chilena. Este es el escrito:   

Los momentos que marcaron la evolución de la medicina y la salud en Chile
Las pestes, la guerra y la economía industrial hicieron que la medicina y la ciencia fueran una necesidad de desarrollo.
por Teresita Quezada
La Botica de los Jesuitas
 
Aceite de alacranes para el dolor de oídos, agüita de llantén para la fiebre y tirar las orejas en dirección opuesta para la amigdalitis. La Botica de Los Jesuitas ya existía en el siglo XV en Chile y perduró hasta inicios del siglo XIX. Sus ungüentos y remedios eran la base de la medicina por esos días. Tenía más de 916 productos, unos que no curaban y otros que sí, como el hollín, utilizado como desinfectante. "Era similar a la pastilla de carbón. Fue el producto principal de Roche, la productora de fármacos suiza", cuenta César Leyton, historiador del Museo Nacional de Medicina.
 
De París a la guerra
 
Uno de los mayores problemas en tiempos de guerra fue que no había técnicas de desinfección del material y de las salas donde se curaba a los heridos. De hecho, casi todos morían de gangrena. Buscando una solución, la U. de Chile envió un grupo de médicos a París, en 1878, a aprender las técnicas de antisepsia de Joseph Lister. Los procedimientos consistían en un rociador que limpiaba y desinfectaba el ambiente, además de hervir el instrumental quirúrgico con ácido fénico. Los becados llegaron a la Guerra del Pacífico y lo incorporan, logrando que el Ejército chileno desarrollara una sanidad militar que no tenían ni Perú ni Bolivia. "Eso hizo que hubiera más jóvenes dispuestos a ser soldados, porque aumentaron enormemente las posibilidades de ganar", agrega el también profesor de la U. de Chile.
 
La Endemoniada de Santiago
 
"En Chile, si te volvías loco y eras pobre te ibas al Hospital San Juan de Dios; si eras rico, al San Andrés, en Lima, o también podías terminar en un monasterio por endemoniamiento", cuenta Leyton. En 1857 se produjo la primera gran discusión pública al respecto. Carmen Marín yacía amarrada en una cama hablando en latín, insultando en francés y alemán. Se calmaba sólo con el Evangelio de San Juan. Entonces, se concluyó que estaba poseída por el demonio.
 
La mujer se había convertido en un fenómeno: la gente iba a verla como a un show de rarezas, a rezar por ella, los sacerdotes pedían hacerle un exorcismo y los médicos estaban divididos entre simulación e histeria. Andrés de Carmona, médico chileno de la época, planteó que Carmen Marín era histérica, que aprendió latín porque vivió con las monjas en orfanatos, que huyó a Valparaíso con marinos franceses y alemanes, y que tuvo una desilusión amorosa con un hombre llamado Juan, dándole una explicación sicosocial de la enfermedad. "Fue el triunfo de la medicina y la siquiatría sobre la Iglesia y también en la opinión pública", dice Leyton.
 
Orden saludable
 
Con la industrialización se formaron cordones marginales en la periferia. Ahí nacieron los conventillos, donde vivían muchas familias en condiciones de higiene mínimas y altísimas posibilidades de contagiarse de enfermedades. Como la industrialización necesitaba gente sana, la salud se convirtió en una cuestión económica. En el gobierno de José Manuel Balmaceda se ordena el incipiente sistema de salud público con hospitales y educación. El Estado comienza a encargarse totalmente de la salud y la ciencia.
 
 
 
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