Escena de la película A DANGEROUS METHOD (2011) donde Freud y Jung escuchan un extraño ruido en la habitación de al lado.
Viena, IX, Berggasse 19, 16 de abril del 1909
Querido amigo:
... Es interesante que la misma tarde
en que yo le adoptaba a usted formalmente como hijo mayor, le consagraba como
sucesor y príncipe heredero —in partibus infidelium—, que simultáneamente me
despojaba de la dignidad de padre, acto que le parece gustar tanto como a mí,
por el contrario, la investidura de su persona. Temo sin embargo que vuelva
usted a pensar en su padre si hablo de mi relación con el espíritu golpeador;
pero debo hacerlo porque es distinto de lo que usted podría creer. Yo no niego,
pues, que sus comunicaciones y su experimento me impresionaron profundamente.
Me propuse, después de su marcha, observar esto, y aquí le doy mis resultados.
En la primera habitación se oyó un
ruido inesperadamente allí donde descansaban dos pesadas estelas egipcias sobre
dos tablas de roble de la librería, esto es evidente. En la segunda habitación,
allí donde lo oímos, se oye ruido muy raramente. Primeramente quería hacerlo
valer como prueba si los ruidos tan frecuentes durante su visita no se hubieran
repetido después de marchar usted. Pero se han repetido los ruidos y nunca en
conexión con mis pensamientos y nunca cuando me ocupaba de usted o de sus
especiales problemas. (Ahora no añado esto como provocación.) La observación
quedó inválida muy pronto por otras. Mi creencia, o cuando menos mi crédula
solicitud desapareció con el encanto de su presencia personal; me resultaba de
nuevo totalmente improbable por ciertos motivos íntimos que deba suceder algo
de este tipo; el mobiliario desembrujado está ante mí, como ante el poeta la
naturaleza desdivinizada después de la partida de los dioses de Grecia.
Vuelvo, pues, a colocarme las cárneas
gafas de padre y advierto al querido hijo que conserve la cabeza fría y es
preferible no querer comprender que sacrificar a la comprensión, tan gran
víctima, muevo la cabeza sobre la psicosíntesis y pienso: Sí, así son los
jóvenes, sólo les proporciona auténtica alegría ir donde ellos no necesitan
llevarnos, a donde en nuestro escaso aliento y cansadas piernas no nos
es posible seguirles.
Luego, con el derecho que me confiere
mi edad, me vuelvo parlanchín y hablo de otra cosa entre el cielo y la tierra
que no se puede comprender. Hace algunos años descubrí en mí la convicción de
que moriría entre los 61 y 62 años, lo que entonces me parecía todavía un largo
plazo. (Hoy son sólo ocho años.) Entonces marché con mi hermano a Grecia y
resultó inquietante cómo el número 61 o 60 en relación con el 1 y 2 se me
presentaba de nuevo en los medios de transporte, lo que anoté cuidadosamente.
Con el ánimo oprimido esperaba en el hotel de Atenas volver a tomar aliento,
cuando se nos asignó una habitación en el primer piso; allí ciertamente no
podía tratarse del número 61. Cierto, pero siquiera tuve el número 31 (con licencia
fatal, pues es la mitad de 61-62) y este astuto y hábil número se manifestó más
persistente en consecuencias que el primero. Desde el viaje de regreso hasta
hace no mucho se me conservó fiel el 31, en cuya proximidad se encontraba a
gusto el 2. Dado que también en mi sistema tengo regiones en las que sólo
siento curiosidad por saber, pero no soy en absoluto supersticioso, desde
entonces he intentado realizar el análisis de este convencimiento. Y aquí está
este análisis.
Nuevamente podrá usted constatar la
naturaleza específicamente judía de mi mística. Por lo demás, estoy inclinado a
decir que aventuras como la ocurrida con el número 61 encuentran explicación en
dos momentos, primero por la acusada atención del inconsciente, que ve a Elena
en toda mujer, y segundo, por la amigablemente existente «complacencia del
azar» que desempeña la misma función para la ilusión que la complacencia
somática en el síndrome histérico, lo idiomático en el juego de palabras.
Estaré, pues, dispuesto a seguir
enterándome con interés en lo sucesivo de sus investigaciones acerca del
complejo de los fantasmas, como de una obsesión benigna que no se comparte.
Afectuosos saludos para usted, señora e
hijo.
Su amigo.
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