Hitler durante la Primera Guerra, el primero de izquierda a derecha.
Es sabido que Hitler combatió
como un soldado más en la Primera Guerra Mundial, cuando aún era un
desconocido. Corría el año 1918 y el cabo Hitler era alcanzado por gas mostaza en Flandes
junto a un grupo de soldados. El gas los encegueció y fueron trasladados a un
hospital cercano. Los médicos estimaron que la ceguera de Adolfo era nerviosa
en lugar de orgánica. El diagnóstico de histeria estaba de moda por esos años.
Freud había publicado sus descubrimientos en el famoso ESTUDIOS SOBRE LA
HISTERIA y el psicoanálisis estaba en pleno auge. Sus avances habían
trascendido incluso al interior del ejército alemán. Ese día un joven Hitler
era trasladado a Pasewalk, a ochocientos kilómetros de donde fue herido. Lo de Hitler
era un colapso nervioso llamado CEGUERA HISTÉRICA, una neurosis de guerra de la
cual se tiene antecedentes desde la antigüedad.
El Dr. Edmund Forster,
especialista en este tipo de trastorno y con varias publicaciones no
psicoanalíticas tomó el caso y trató a Hitler. El registro de aquellas sesiones
se perdió cuando los nazis asumieron el poder. Hitler se recuperó en un
cien por ciento de su ceguera y quedó en condiciones de volver al frente de
batalla. Luego en su biografía lo explica así:
"Cuando en los últimos días de la lucha terrible el gas rampante empezó a atacarme y a atormentar mis ojos, y cuando por miedo a quedarme ciego para siempre experimenté un momento de desesperación, la voz de la conciencia me gritó: !miserable, te atreves a lloriquear cuando hay miles que sufren cien veces más que estos dolores tuyos!"
Hospital Militar de Pasewalk
Los métodos de Forster eran controvertidos y no compartidos por los médicos de la época. Forster utilizaba como método la sugestión por sobre todas las cosas. Su encuentro con Hitler fue así:
Después de examinar los ojos de Hitler de cerca, Forster
mintió al afirmar que habían sido irreparablemente dañados por el gas y que con
este tipo de lesiones la mayoría de los hombres nunca serían capaces de volver
a ver. Luego, apagó la luz de la sala y dejando a los dos en la oscuridad,
agregó que, tal vez después de todo, sigue habiendo una débil esperanza.
Forster, a
continuación, encendió una vela y le aseguró a Hitler que si pudiera ver la
llama, sería una prueba absoluta, tanto de sus cualidades únicas como ser
humano y su destino dado por Dios para conducir a Alemania a la victoria.
Después de exhortaciones mayores de Forster, murmuró Hitler de que podía ver
una tenue llama de vela y su parpadeo. Poco a poco dijo más detalles y de la
sala. Su vista se había restablecido.
"Todo ocurrió tal como yo lo quería", Forster recordó más tarde, "había jugado a ser Dios y devuelto la vista... a un insomne ciego".
Hitler nunca
se refirió a este tratamiento. El Dr. Forster no era simpatizante del nazismo
pero se dice que engendró a un monstruo. Se sostiene que esta terapia dio a luz
al Hitler tirano de la segunda guerra.
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