El anfiteatro de la Salpêtrière
se encuentra atestado de gente; los hay científicos, filósofos, artistas y
curiosos. Ingresa a la sala una paciente acompañada por una asistente. La
enfermera la deja sola al medio del salón y se acerca Charcot para preguntarle
cómo se encuentra. La mujer sólo mira al Doctor y no le responde. Charcot se
dirige al público presente:
“Sean todos bienvenidos a mi
teatro; como ya es costumbre, los días martes nos reunimos a presenciar el
poder de la sugestión. Esta mujer que está a mi lado es paciente del hospital y
está gravemente enferma de los nervios”.
Con mucha facilidad, Charcot
hacía entrar en trance a la paciente y le inducía mediante una orden, la
aparición de algún síntoma. Charcot era un excelente hipnotizador,
probablemente uno de los mejores que ha existido. Sigamos con Charcot y su
espectáculo:
“Míreme fijamente a los ojos por
algunos segundos…a la cuenta de tres, usted sentirá un gran escozor en su mano
izquierda”
Cuando Charcot cuenta tres, la
paciente comienza a rascarse de manera desesperada su mano izquierda. El
público queda atónito con la demostración. A continuación, Charcot dice:
“Silencio en la sala por
favor…señorita, míreme fijamente otra vez…a la cuenta de tres, usted dejará de
sentir aquel escozor en su mano izquierda y volverá a ser la misma de antes”.
Efectivamente, a la cuenta de
tres, la paciente deja de rascarse y parece desconcertada.
¿Cómo lo hacía? Las pacientes que
presentaba Charcot en su anfiteatro eran mujeres internadas en el hospital de
La Salpêtrière. Él era su médico de cabecera y llevaba semanas trabajando con
ellas mediante la hipnosis. El trabajo repetido en el tiempo, las hacía
fácilmente sugestionables. Por esto, sólo le bastaba con que la enferma sostuviera
la mirada con él para hacerla entrar en un trance. Incluso, ya al entrar a la
sala, las enfermas estaban imbuidas en un trance leve. Lo que venía después
consistía sólo en acrecentar aquel estado.
Con esto no estoy quitando
méritos a Charcot. No me cabe duda que para hacer algo así, se necesita estar
entrenado y además tener habilidades innatas. Charcot era un genio. El problema
es que no supo encauzar su potencial y sólo se conformó con el aspecto
demostrativo de su quehacer médico.
A estas alturas, quizá convenga
explicar en parte estos estados de “trance” que experimentaban las pacientes de
Charcot. Estar en trance es estar disociado. La conciencia habitual se
encuentra en un letargo, aunque sigue en un estado de vigilia parcial. La
persona hipnotizada siempre está al tanto de lo que pasa a su alrededor. Por su
parte, el aspecto inconsciente de la personalidad recibe las órdenes dadas por
el hipnotizador y que en el ejemplo es: “Usted sentirá un gran escozor en su
mano izquierda”. Esta explicación un poco burda, puede ser útil para
entender a grosso modo lo que sucede
durante la hipnosis. En el fondo, el estado hipnótico es un viaje a los
aspectos menos concientes de la personalidad.
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