Conocida era la afición de Carl Jung por los fenómenos paranormales. Transcribo a continuación la increíble vivencia que relata en uno de sus escritos:
“En el verano de 1920 me encontraba en Londres, en donde por invitación del doctor X trabajaba y daba conferencias (C.G. Jung estaba alojado en una vieja granja en Buckinghamshire, donde solía dormir todos los fines de semana). La primera noche dormí magníficamente. En la segunda noche fui al lecho bastante cansado alrededor de las once, pero no conseguía dormirme. Caí en una especie de rigidez que era penosa porque me pareció que no podía moverme. También me pareció que el aire de la habitación era sofocante y que en ella dominaba un olor desagradable indefinible. Al abrir la ventana desapareció el olor y quedé semidespierto en un estado extraño hasta que vi los primeros pálidos resplandores del día que llegaba. En este momento me desapareció la rigidez como por encanto y caí en seguida en un profundo sueño. En el siguiente fin de semana, cuando llevaba en la cama una media hora, volvió todo, la rigidez y el repelente olor y, además, algo nuevo: algo rozaba a lo largo de las paredes, como papel estrujado; los muebles crujían por diversas partes, se oía un extraño susurro…, súbitamente oí gotear algo con regularidad…al ritmo de una gota cada dos segundos…Me imaginaba a la izquierda de mi cama, cerca de la cómoda, un pequeño charco…Pero no había agua en el suelo ni en el techo enyesado ninguna mancha de humedad. Entonces miré por la ventana: era una clara noche estrellada. Mientras tanto, seguía el gotear continuo. Podía señalar un lugar en el suelo de donde venía el ruido de las gotas. Habría podido tocarlo con la mano. Súbitamente cesó el ruido y no volvió…El quinto fin de semana fue tan insoportable que hube de rogar a mi anfitrión que me diera otra habitación. Había sucedido lo siguiente: Era una hermosa noche de luna, sin viento. En la habitación se oían susurros, golpes y crujidos: por fuera sonaban golpes en los muros (de la habitación que se encontraba en el primer piso). Tenía la sensación de que había algo cerca de mí. Abrí con fuerza los ojos. Y vi junto a mí, en la almohada, la cabeza de una mujer vieja, mirándome fijamente con el ojo derecho muy abierto. La mitad izquierda de la cara faltaba, excepto el ojo…La cabeza estaba viva, era compacta y corpórea. Se encontraba a mi derecha a una distancia de unos 40 centímetros. Finalmente, no se disolvió, sino que desapareció en el momento en que hice luz. Naturalmente, todo sucedió muy rápidamente. La visión no duró apenas más de uno o dos segundos.”
* Extraído de D. Katz. Manual de Psicología (1967) p. 553-554
Es un relato escalofriante acerca de materializaciones y visiones. Los hechos cobran aún mayor credibilidad al ser Carl Jung el protagonista. Es interesante el estado de rigidez previa que se relata: "Caí en una especie de rigidez que era penosa porque me pareció que no podía moverme". Esto corresponde a un estado de “catalepsia” que sensibilizó los órganos de los sentidos en Jung. El umbral de excitación sensorial descendió y el sujeto se tornó hipersensible a los estímulos externos. No es de extrañar que Jung entrara fácilmente en estos estados, incluso de forma involuntaria, puesto que solía utilizar la hipnosis con sus pacientes. Es sabido que aquellos terapeutas que utilizan esta técnica, son propensos a experimentar trances. La utilización de la hipnosis requiere siempre de parte del especialista un trabajo de autoexploración.
PD: Si quieres saber quién era Carl Jung, haz click en el título del post.
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