domingo, 14 de marzo de 2021

Carta a Tomàs Vidiella por Cristian Walkern (*)

Don Tomàs Vidiella, maestro:

Me dicen que tiene que abandonar el escenario, que es imperativo hacerlo. No puedo creerlo. ¿Tomàs Vidiella abandonando el teatro de la vida, porque a la Muerte se le ocurriò hacerle una visita intempestiva, de amante despechada, cuando ya Ud parecìa haberle cerrado una vez màs la puerta en las narices, rièndose en su propia cara? "Muerte no  seas orgullosa" le dijo una vez el poeta inglès John Donne. "Muerte, no seas patuda" le dirìa yo "quien te crees que eres, que te atreves a echar de escena al que màs ama la vida, el teatro, el màs entusiasta de los entusiastas, el que amaba disfrazarse hasta que las velas no ardan, a èl?"

Por favor, las cosas que hay que ver en estos tiempos extraños. La cueca arriba del piano: ¡Tomàs Vidiella murièndose! Ahì està la muerte subida por el chorro llevàndose a los que màs necesitamos en estos dìas propensos a la angustia, la depresiòn, la desesperanza: los entusiastas, los agradecidos de la vida, los que jamàs abdicaron al tedio y el aburrimiento que carcomen la existencia por dentro, hacièndola gris e invivible. Usted dijo, maestro: "Prefiero morir trabajando que morir de aburrimiento". Trabajador de la fiesta del teatro, la vieja fiesta originaria que està en el comienzo de la cultura y la civilizaciòn. Porque el teatro no es adorno ni lujo, sino fundamento. Quienes -como usted- le dedicaron la vida, saben que la vida pasa por el teatro, que sobre las tablas late el fuego de lo que somos, el fuego ritual, dionisìaco, ahì donde "los daimones" hacen las de "quico y caco". 

¡Ah, el teatro! ¡Còmo lo amaba usted, con què fidelidad y alegrìa! Quien se ha embragado una vez con èl es muy dificil que pueda bajarse, por su propia voluntad, de la escena. Tendràn que echarlo a patadas de ahì. Usted definiò muy bien esa experiencia, tan efìmera y al mismo tiempo tan intensa, del "momentum" teatral, ese salto al vacìo (al vacìo que somos todos en el fondo), ese abandonarse al peligro de lo inesperado, eso que da el teatro y no da ninguna otra actividad humana. "Yo salto al vacìo nomàs y no sè con què es lo que me voy a encontrar", dijo en una entrevista reciente.

En un tiempo tan programado y predecible como el nuestro, esa adrenalina llena de la alegrìa que explica la risa sinfìn del bufòn, del juglar, la risa con la que seguramente lo encontrò la muerte. Què linda su risa, Don Tomàs, què escasa esa alegrìa tan lejana de toda amargura o resentimiento, risa fresca de viejo vivido, de niño vivo todavìa en el viejo. Actor que ha probado todos los formatos, que no se ha negado a experimentar nada, que sabe que no se puede vivir sin teatro, que vivir sin teatro es como morir un poco.  

El teatro ha sido la actividad màs amenazada de muerte en esta pandemia. ¿Que se agarrò el covid en un ensayo? ¿Y què esperaban de un viejo lobo de mar del teatro: que se refugiara y escondiera de la muerte en la seguridad de los que no viven, sino que sobreviven? ¡Por favor! ¿Quieren que los actores, directores, productores del teatro se cuiden? ¡Pero si el teatro ha navegado y navega siempre en el peligro y lo mejor de sì aparece en ese peligro! ¿O se olvidaron del teatro vivo en plena dictadura? ¿Un virus iba a sacar a Tomàs Vidiella de escena?

El teatro es un virus, el màs contagioso de todos, el que enferma a quienes lo conocen desde joven, temprano. Por eso, no digan que Tomàs Vidiella muriò de virus; èl muriò de teatro. Viviò y muriò en èl, porque no hacerlo habrìa sido estar muerto en vida. De hecho, nos estamos muriendo por la falta de teatro en vivo. Ministra de Cultura: decrete estado de catàstrofe espiritual: ¡el teatro, alma y cuerpo de Chile, està muriendo, y si èl muere no nos servirà de nada haber sobrevivido al virus!

Què alegrìa, Don Tomàs, haber vuelto, sin miedo, con alegrìa a interpretar un papel en "Orquesta de Señoritas". Què maravilla haber desafiado lo grisàseo de un Santiago en esos tiempos terribles despuès del 73 con "Cabaret Bijoux". ¡En medio del toque de queda! Y no parar de hacer teatro, aunque la muerte -en todas sus formas- estuviera ahì siempre acechando, envidiosa de esa vitalidad del teatro que se sobrepone al dolor, a la censura, a la enfermedad, al vacìo. Y despuès vino "Viejos de Mierda". Viejos de mierda somos todos al lado de Usted, de su energìa, su entusiasmo, su fe en el teatro. Què ganas de ponerse a llorar con su partida... pero còmo podrìamos hacerlo sin traicionar su sonrisa, su entusiasmo, su desbordante alegrìa. El show debe continuar. ¡Abran el Cabaret! ¡Infectèmonos de entusiasmo y mandemos a la muerte a la mierda!

¿Adonde se va a ir, Don Tomàs? ¿Hay teatro en otra parte que no sea la vida? ¿No me diga que ya encontrò una fòrmula para seguir actuando, de otra manera, en otro lugar que este erial de perplejidad? No me sorprenderìa nada... los actores son capaces de todo, de armar algo desde la nada, de hacerles fintas a la Nada. ¿Es este su "Largo viaje del dìa hacia la noche"? ¿O es "La muerte de un vendedor viajero"? ¿O todo esto es una gran mentira y usted no ha muerto y somos nosotros los muertos, los que nos quedamos sin su risa y su teatro, nosotros los huèrfanos, los abandonados, los que claman por màs teatro en estos dìas tristes del confinamiento? Hay una tradiciòn, entre la gente de teatro, de repetir este "mantram" justo antes de que empiece la funciòn: ¡Mierda, mierda, mierda!". Maestro: eso es todo lo que se me ocurre gritarle, con respeto, admiraciòn, afecto, gratitud, ahora que dicen -¿puede ser, cierto?- que "su funciòn" ha terminado... Me rebelo ante eso y por eso le digo, desde el fondo del alma: ¡Mierda, mierda, mierda!

Desde mi jardìn, 2021. 


(*) Tomado de pauta.cl Cartas de Cristian Walkern 

     

      




 

  

      

 


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