
Llegamos al umbral y se veían esparcidas algunas pancartas antiguas de personajes de Disney menos conocidos. En realidad, eran los mismos personajes que todos conocemos pero en versiones anteriores o parciales. Había un ratón Mickey que me miraba inquisidor y por un segundo me aterró. Era interesante ver los pilotos o borradores de los clásicos personajes infantiles. La verdad, su imagen no era del todo amistosa.
De forma extraña no había señales de humedad en el recinto por lo cual las cosas estaban bien conservadas. Aunque ruinoso, el galpón guardaba un aire de grandeza perdido en el tiempo. Avanzamos por el lugar y llegamos hasta una repisa con rollos de película de 35 y 16 milímetros. Había además un despacho con croquis de historietas que no supe reconocer.
Hacia el interior encontramos un estudio de televisión o mejor dicho lo que fue un estudio de televisión. Había un viejo y monumental proyector cinematográfico enclavado como una esfinge tebana en el centro del recinto. Más allá una cámara Bolex de 16 milímetros, focos de tramoya y material de utilería. Salimos del galpón hacia nuestro auto.
(*) Tomado de mi libro Malezas
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