
En el primer capítulo se repiten los argumentos del libro anterior y su principal tesis: Las revisiones del psicoanálisis sobre sus orígenes omitieron una parte de la historia relacionada con la entrada de sus postulados en Sudamérica. La idea del mito de origen propugnada por el mismo Freud actuó como obstáculo para conocer su difusión en otras latitudes. La definición del psicoanálisis por su creador como "causa" imprimió desde el primer momento la idea de una ideología o doctrina que de forma similar al Marxismo, se propaga y vence las resistencias que provocaría un pensamiento de esta naturaleza.
Bajo esta premisa Freud da lugar a una terapéutica con implicaciones que rebasan los límites de la medicina y la psiquiatría. Se constituyen los llamados saberes psi o culturas psi (psiquiatría, psicología y psicoanálisis) como un intento por estudiar la subjetividad moderna en formación y responder preguntas que sólo el sujeto de la modernidad se planteó. Estas interrogantes estaban relacionadas con conocer las causas y motivaciones del comportamiento humano.
El Psicoanálisis fue tratado en este lado del mundo como un dispositivo o artefacto cultural que adoptó diversas formas e incluso mutó para servir a los fines más diversos como la entretención, el espectáculo, el arte, la Literatura y la Antropología, por nombrar a algunos. El sub continente americano adoptó las ideas del psicoanálisis de forma irregular y las ubicó en una convergencia de discursos y prácticas sociales determinados por cada país y su cultura.
Hoy día Argentina es considerada la capital internacional del psicoanálisis pero fue Brasil el país que arrojó las primeras luces. Freud mantuvo una correspondencia formal con algunos médicos brasileros y recibió escritos especializados en portugués. El problema es que no leía este idioma y esto marcó una distancia relativa con los médicos de ese país. El idioma español sí lo manejaba bastante bien, como se sabe por su afición al Quijote.
Freud en general no entraba en discusiones teóricas con los médicos sudamericanos sobre los escritos que le enviaban, en el sentido de que no los cuestionaba y a veces ni siquiera los leía. Lo que le importaba era saber que su modelo de la mente también era estudiado al otro lado del Atlántico. Los escritos de los sudamericanos eran vistos por Freud como especies de trofeos que probaban la difusión y legitimidad de su pensamiento alrededor del mundo.
Personalmente disfruté mucho la lectura del capítulo dedicado a la figura del Dr. Honorio Delgado. Médico peruano que formó parte del grupo selecto de Freud y con el cual cultivó una larga y profunda amistad. Lo visitó en su casa de Berggasse 19 en Viena y conoció a su familia. Ambos sostuvieron una nutrida correspondencia por más de quince años y un intercambio de escritos y regalos. Este libro incluye en su segundo apéndice la correspondencia completa compuesta por ocho cartas y nueve tarjetas postales, lo cual considero un gran acierto.
Delgado es la figura señera del psicoanálisis en Latinoamérica porque era amigo personal de Freud y miembro de su círculo íntimo, el denominado Comité Secreto. A diferencia de otros médicos sudamericanos, Delgado no tenía sólo una relación formal o profesional con el creador del psicoanálisis. Había un afecto entre ellos en el sentido de considerarlo el embajador por excelencia del psicoanálisis en el continente.
Un libro muy ameno y lleno de datos sabrosos sobre Freud y la circulación de sus ideas en América del Sur.-
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