viernes, 5 de diciembre de 2014

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Luigi Zoja, psicoanalista italiano: "La sociedad chilena tiene bastantes rasgos paranoicos"

El profesor permanente del Instituto Jung, en Zurich, profundiza en la paranoia política.  

por:  La Segunda
lunes, 10 de noviembre de 2014



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Por Lilian Olivares 

Este italiano trata a la sociedad como paciente. Ha escrito decenas de libros que se han traducido a 14 idiomas. Hablan de las adicciones contemporáneas y de la paranoia colectiva, especialmente en la política. Dice que hay dos paranoicos que han cambiado el mundo: Hitler y Stalin. Y afirma que en cada ser humano habita un pequeño Hitler.

Es el psicoanalista Luigi Zoja, quien, además de atender su consulta privada en Milán, viaja por el mundo dando charlas y abriendo debate. Tiene 71 años, es casado con una psicóloga infantil con la cual tiene tres hijos.

Es el invitado estelar de los "Encuentros" que organiza el Club de Lectores de El Mercurio con grandes pensadores; ofrecerá una charla en el Teatro Municipal de Las Condes.

Zoja explica que hay un potencial paranoico en todo hombre común, y el ambiente circundante tiene el poder de activarlo. Eso es lo que lo preocupa: "Los monstruos existen, pero son demasiado pocos. Los hombres comunes son más peligrosos", dice, y señala que el paranoico puede pasar sin ser detectado como enfermo; por el contrario, dar señales de éxito e inteligencia. Tiene algunas características: se le puede confundir con un obsesivo porque su mente califica los detalles cada vez con más minuciosidad; nunca se cuestiona; tiene un sentido crítico, pero siempre apunta hacia los demás; y, lo más importante e inquietante, cree que los demás complotan contra él, por lo tanto debe tomar la delantera y atacar primero.

"El paranoico grave construye una teoría del complot porque de esta manera parece encontrarle un sentido a su sufrimiento (en el fondo, tiene una autoestima muy reducida y a medida que se va desarrollando su paranoia va sufriendo más de soledad porque sospecha de todos)".

-Debe haber sociedades más paranoicas que otras. ¿Qué características tienen?
-Hay características, a pesar de que siempre es peligroso generalizar. Una sociedad en estado de guerra se vuelve paranoica. El enemigo es la fuente de todos los males, incluso de los males anteriores.

La inseguridad económica también es un terreno fértil, explica Soja. Y eso ocurrió en la Alemania de Hitler.

-La habilidad de Hitler fue, entre otras cosas, difundir su propaganda del complot judío-masónico en el periodo de la desastrosa inflación alemana. Una situación de inseguridad facilita la paranoia.

-Usted estuvo trabajando en Nueva York después del ataque a las torres gemelas. ¿Ese ataque fue un acto de paranoia?
-Yo estaba trabajando privadamente y me impactó mucho no tanto el 11 de septiembre, día de los ataques, porque ya se sabía que había terroristas fundamentalistas islámicos paranoicos; me impactó más el 12 de septiembre: las reacciones, el pánico. La televisión hablaba de las cartas con ántrax porque todavía había algunas dando vueltas, y transmitía horas enseñando cómo abrir un sobre de papel sin infectarse. Recién he leído unas páginas en The New York Times que informan que después de los ataques se creó el Homeland Security y los gastos fueron cien o mil veces superiores a la destrucción de las torres gemelas, para protegerse de manera bastante paranoica. En los 10 años sucesivos murieron unas trece personas atacadas por Al Qaeda; es triste, pero no una catástrofe. Y al mismo tiempo murieron cien o 150 navales americanos porque hay demasiadas armas en ese país.

-¿Reconoce que es un instinto totalmente humano el desconfiar para protegerse, en ciudades de millones y millones de habitantes?
-El problema es cuando todo se vuelve complot, cuando vemos todo coordinado contra nosotros. El paranoico puede volverse extraordinariamente exitoso precisamente utilizando su paranoia típicamente como política. Así ocurrió en Europa en la primera mitad del siglo 20: Hitler y Stalin, los dos máximos paranoicos, tuvieron mucho poder.

-Usted acaba de llegar a Chile. ¿Ha notado algún rasgo paranoico? ¿Tendrá que ver eso con que últimamente encontramos todo mal y queremos cambiarlo todo?
-Bastante. Tengo que decir sí. Cuando hace algunos meses me fui a Argentina me dijeron bienvenido. Pero ahora, hace dos días, un conocido me dijo: "Bienvenido a la capital mundial de la paranoia". Estuve almorzando, entre otros, con el embajador italiano y él subrayaba que en realidad Chile es bastante seguro y las cosas funcionan bastante bien, por lo menos en relación con otros países de Sudamérica. Pero el ciudadano chileno medio tiene una percepción de criminalidad muy alta. Es interesante, claramente.

-¿Cómo se puede tratar esta paranoia colectiva?
-Hay posibilidades. Claramente, más diálogo. Aun si los diálogos entre políticos terminan con peleas, uno tiene que intentar todo el tiempo. Por ejemplo, en España el debate sobre el federalismo se vuelve muy rápidamente paranoico. Pero Checoslovaquia se separó sin la más mínima violencia ni discusión, quedándose los dos países entre los más democráticos desde la Europa comunista. Con el diálogo, con el mínimo de sentido común, el mínimo de tolerancia, se puede avanzar.


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