Portada del libro ENCUENTRO CON LA SOMBRA: el poder del lado oscuro de la naturaleza humana
Del libro ENCUENTRO CON LA SOMBRA (1991) reproduzco el
prólogo escrito por Connie Zweig. De manera muy literaria
explica en primera persona el proceso de vivir y de sobreponerse a una crisis
de la edad mediana. Cómo la relación que establecemos con nuestra Sombra, nos
ayuda a salir o a quedar para siempre en el precipicio. Se trata de un escrito
que puede servir de guía a cualquier persona que lo esté necesitando.
"En la mitad de mi vida descubrí mis propios demonios. A
partir de ese momento gran parte de lo que hasta entonces había considerado
como algo positivo se convirtió en una maldición. El anchuroso camino se
estrechó, la luz se ensombreció y, en la oscuridad de las tinieblas, mi santo
–tan repeinado y bien educado- tropezó con mi pecador.
Entonces mi admiración por la Luz, mi apasionado optimismo,
mi confianza implícita en los demás y mi compromiso con la meditación y con un
camino de iluminación dejaron de ser una bendición y se transformaron en una
amenaza, una forma de pensar y de sentir tan profundamente arraigada que
parecía arrojarme inerme frente a sus opuestos, el tormento por los ideales
frustrados, la angustia por mi ingenuidad y el aspecto más tenebroso de la
Divinidad. En esa época tuve el siguiente sueño:
Estoy en la playa con mi antiguo novio. La gente se está
bañando. De pronto aparece un gran tiburón negro y se echa de menos a un niño. Todo el mundo se asusta y el
pánico cunde por doquier. Mi novio no percibe el peligro que corre y persigue
al pez, una criatura mítica. De algún modo toco al pez y descubro que es de
plástico. Clavo entonces un dedo en él, lo pincho y comienza a desinflarse. Mi
novio está furioso, como si yo hubiera asesinado a Dios. Para él la
vida del tiburón era más importante que la vida humana. Mi novio se marcha
caminando junto al agua y yo deambulo durante un rato y termino entrando en el
bosque donde me espera una manta azul.
Cuando analicé este sueño descubrí que jamás había tomado en
serio a la sombra. Hasta entonces había creído –en una especie de hubris espiritual- que la disciplina del
autocontrol podría ayudarme a dominar la sombra del mismo modo que había hecho
con mi dieta y mis estados de ánimo, que la vida interna profunda y
comprometida podría protegerme del sufrimiento, que las creencias y las
prácticas esotéricas podrían, en fin, aplacar el poder de la sombra.
Pero el lado oscuro asume numerosos disfraces. En mi caso la
confrontación con la sombra fue espantosa, lacerante y profundamente
desalentadora. Las amistades intimas comenzaron a resquebrajarse hasta terminar
rompiéndose y despojándome del aliento vital que hasta entonces me habían
proporcionado. Mi fortaleza reveló mi vulnerabilidad y en lugar de fomentar mi
desarrollo se transformó en un escollo insalvable. Al mismo tiempo una serie de
desagradables potencialidades desconocidas hasta el momento emergieron a la
superficie sacudiendo profundamente la imagen de mí misma a la que estaba
acostumbrada.
Entonces todo mi optimismo y el temperamento equilibrado que
me caracterizaban se desvanecieron en la nada y me sumí en la desesperación. A
los cuarenta años caí en una profunda depresión y viví lo que Hermann Hesse
denominaba “un infierno de cieno”. Entonces brotó de mi interior una furia
insospechada –como si súbitamente me hallara poseída por algún dios airado- que
terminó dejándome extenuada y avergonzada.
La búsqueda de sentido que había orientado mi vida hacia la
investigación, la psicoterapia y la meditación se convirtió en una amenaza. Mi
autosuficiencia emocional y mi celosa independencia de los hombres dio paso a
una dolorosa vulnerabilidad y súbitamente me transformé en una de aquellas mujeres que
viven obsesionadas por las relaciones íntimas.
Mi vida pareció desbaratarse de repente. Todo lo que hasta
entonces había sido una realidad incuestionable se vino abajo como un tigre de
papel arrastrado por el viento. Sentía que estaba convirtiéndome en lo que nunca
había sido y todo lo que tanto me había esforzado en construir perdió su
sentido. La madeja de la historia de mi vida comenzó a desenredarse y todo
aquello que hasta ese momento había descuidado y menospreciado brotó de mi
interior como si se tratara de otra vida –también mía-, mi imagen especular, mi
invisible gemelo.
Entonces pude comprender por qué hay gente que enloquece;
porque hay personas que se lanzan a vivir apasionadas aventuras amorosas a
pesar de disfrutar de una relación matrimonial estable; porque hay quienes
gozando de una sólida seguridad económica, se dedican a robar, atesorar o
malgastar el dinero; entonces comprendí, en fin, por qué Goethe dijo que jamás
había escuchado hablar de un crimen que él no fuera capaz de cometer. Me sentía
capaz de cualquier cosa.
En esa época recordé haber leído en algún lugar la historia
de aquel juez que, poco antes de condenar a muerte a un asesino, reconoce en
los ojos del condenado sus propios impulsos criminales.
De este modo, los aspectos más lóbregos y criminales de mi
ser se hicieron patentes pero, en lugar de condenarlos a muerte y relegarlos de
nuevo a las profundidades del reino de la oscuridad, decidí intentar afrontarlos
y reorganizar mi vida. Así, después de haber atravesado un periodo de profunda
desesperación, estoy comenzando a sentirme más completa, experimento una
expansión de mi naturaleza y mi relación con los demás es mucho más profunda que
antes.
Cuando hace unos veinte años me hallaba en la cúspide de la
soberbia espiritual mi madre me dijo, en cierta ocasión, que admiraba mi amor
por la humanidad pero que dudaba un tanto de mi afecto por los seres humanos
individuales. La aceptación gradual de los impulsos más oscuros de mi ser ha
favorecido el desarrollo auténtico de mi compasión. Hace un tiempo desdeñaba a
las personas normales, llenas de contradicciones y deseos; hoy, en cambio, me
parecen algo extraordinario.
Para que mi vida externa no quedara destrozada y no tuviera
que desechar el creativo estilo de vida que tanto me gusta busqué una forma
simbólica de favorecer el alumbramiento de mi sombra. Para ello, durante la
elaboración de este libro viajé a Bali, donde la lucha entre el bien y el mal
constituye el tema central de cualquier danza y de cualquier espectáculo de
sombras chinescas. Existe incluso un ritual de iniciación en el que, a los
diecisiete años, los balineses liman sus colmillos, para exorcizar los demonios
de la ira, los celos, el orgullo y la avaricia después del cual el individuo se
siente purificado y renovado. Lamentablemente, sin embargo, hace mucho tiempo que
nuestra cultura ha dejado de prestar atención a este tipo de ceremonias de
iniciación.
De este modo, la elaboración de este libro ha terminado
convirtiéndose para mí en una forma de cartografiar el camino del descenso y de
llevar la luz a la oscuridad.
Connie Zweig"
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