Quienes pensaban que la primera psicoanalista fue Anna Freud, están totalmente equivocados. Existió una mujer-paciente histérica, médico y psicoanalista-que se podría decir, fue co-fundadora del Psicoanálisis. Sabina Spielrein a la edad de 19 años se internó en el hospital para enfermos mentales en Burghelzlji, Suiza. El siguiente es el registro de aquel ingreso:
“17 de agosto de 1904.
Anoche a las 10.30 ingresa paciente, acompañada por un tío. La paciente llora, ríe, de manera compulsiva y extraña. Presenta tic, gira la cabeza con movimientos rotatorios, saca la lengua, estira las piernas, dice no estar loca, sólo molesta ya que en el hotel no soportaba el ruido ni a la gente. Diagnóstico, histeria.
Permanece con enfermera particular en E II”.
Por aquellos años, Jung trabajaba en aquel recinto como médico residente y trató a esta paciente por espacio de un año. Fue su primer análisis y tuvo un éxito rotundo. Sabina mejoró completamente y fue dada de alta. Pero lo importante de este tratamiento fue la relación que se estableció entre Jung y Sabina. Fue un “amor de transferencia” como lo habría llamado Freud.
Sabina se enamoró de su analista a quien sedujo y con el cual tuvo un romance. Era difícil pensar que un joven e impetuoso Carl Jung no mantuviera una relación con su hermosa paciente. No estoy quitando mérito al tratamiento de Jung (no soy quién para hacerlo) y menos aún a su prestigio. Pienso que todo tratamiento o terapia pasa en algún momento por el “enamoramiento” entre terapeuta y consultante. Es un ingrediente necesario para la cura de las enfermedades mentales y porqué no decirlo, para todas las enfermedades. Jung sabía esto y consciente de lo que estaba haciendo, no salió corriendo como antaño lo hiciera el Dr. Breuer con su también insigne paciente histérica. Jung siguió adelante hasta sanar a Sabina y la relación fue el principal factor de aquella cura.
Siguiendo las ideas de quien fuera su maestro en aquel entonces, Jung entendía que la cura pasaba o se jugaba enteramente en la transferencia con su paciente. La cancha en la que se “juega” el análisis es netamente la relación entre analista y analizado. Jung era un avanzado para su época y este análisis justifica plenamente el hecho de que Freud lo considerara como su brazo derecho. Posiblemente sea quien mejor haya entendido las ideas del médico vienés. Por esta razón, descarto que Jung haya confundido las cosas con Sabina. La relación con ella fue genuina, no fue un artilugio para producir la cura y por otro lado, el enamoramiento fue parte concomitante del análisis. Es difícil afirmar qué fue primero: la atracción erótica o el amor de transferencia o si ambas cosas fueron lo mismo. Pienso que Jung visualizó el impulso erótico hacia Sabina y se permitió establecer una relación amorosa con ella, estando muy claro en lo que estaba haciendo. Veamos las palabras que le dedica en su diario:
"Recuerdo muy bien el caso de una judía que había perdido la fe. Comenzó con un sueño que tuve donde se me presentaba una muchacha desconocida. Me expuso su caso y mientras hablaba pensé: no comprendo nada de lo que ella me dice. ¡No comprendo de qué se trata! Pero de repente comprendí que ella tenía un extraño complejo paterno.
Tal fue el sueño.
Al día siguiente en mi agenda constaba: consulta, a las cuatro. Apareció una muchacha. Una judía, hija de un rico banquero, elegante, bonita y muy inteligente”. Págs. 149-150
Es notable cómo el encuentro se da primero en un sueño y posteriormente en la “realidad”. ¿Es sólo una estrategia narrativa de Jung para contar lo sucedido? No lo creo. Para Jung existía una continuidad entre los sueños, la ficción y lo hechos de la vida cotidiana. Es un concepto amplio y continuo de la consciencia el que se desprende de sus palabras.
Es probable que las relaciones genuinas sean previamente visualizadas en sueños como ocurrió con Jung y Sabina. Era un encuentro que ya se había prefigurado en un nivel inconsciente: Jung soñó a Sabina y quizá Sabina soñó a Jung. También es llamativo cuando Jung se dice en el sueño: “no comprendo nada de lo que ella me dice”. La figura de esta mujer podría representar a su inconsciente o ánima que intenta comunicarse con él en otro lenguaje. Jung no comprende porque se trata de una lengua extrajera a la consciencia y a la lógica. Es el dialecto de los sueños y del inconsciente colectivo. En su rol de médico dentro del sueño (y también afuera) sus conocimientos técnicos son insuficientes para entender tal mensaje. Al día siguiente, Sabina lo visita en su consulta para continuar aquel aprendizaje y comenzar su camino hacia la individuación. Vaya paciente.
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